Maneras de escribir
«Se puede escribir con whisky o sin whisky. A máquina o a mano (los malos autores lo hacen con ordenador). Se puede escribir siempre, si se es escritor, como el pianista puede tocar siempre, si sabe piano.

Nietzsche, Wittgenstein, los estructuralistas, etc., han dejado claro que sólo existe la palabra, incluso para la filosofía. El lenguaje habla por nosotros, todo nace de la palabra escrita. Así trabajo yo. Baroja decía que ese dejaba llevar cada mañana por las palabras. Cervantes no lo dice, pero lo hace en el Quijote, que por eso es su mejor libro, su gran libro.

El idioma trabaja por nosotros. Mil años de castellano se ponen en marcha cuando me siento a escribir cada mañana. La inspiración (romántica) es el lenguaje, porque otra no existe. Creo en mis palabras fanáticamente, como Borges y tantos. Después de escribir, releo, por ver dónde he traicionado a la palabra, dónde he puesto la que no era. No creo en las erratas: creo en las traiciones a la formidable y espantosa máquina del idioma. Hay que combatirlas.

Odio, con André Breton y los surrealistas, "la odiosa premeditación de la novela". Uno sabe, más o menos, cuándo tiene una novela en la cabeza. Y llega el día de sentarse a escribirla en mi olivetti pluma, portátil, vieja. Hay que meterse en la novela como Cervantes se metió en el Quijote: dejando que la historia y el idioma nos lleven. La "premeditación" se queda para las novelas policíacas, y no es mi género, aparte de que no creo en los géneros: ¿novela, memorias, diario íntimo? Me da igual. Lo que importa, con Barthes, es "el placer del texto". Ahí estoy yo.»

Francisco Umbral